Loreak: Pascal Gaigne.

Dentro del cine español existe una vertiente de cine vasco que cada vez nos da más muestras de su gran valía. Es el caso de la cinta que nos ocupa, Loreak (2014), un film tremendamente bien dirigido por José María Goneaga y Jon Garaño, que se hacen cargo también del guión junto a Aitor Arregui, firmando una obra sólida y bien estructurada, de aflorados sentimientos que te llegan a lo más hondo del corazón. Cuenta a su vez con una fotografía crepuscular muy adecuada para la historia, que contribuye a que la película sea todavía mejor si cabe.

Dentro de las actuaciones de sus protagonistas, nos encontramos con papeles magníficamente interpretados y acabados, como el de Ane (Nagore Aramburu), Lourdes (Itziar Ituño), Jotxean Bengoetxea en el papel de Beñat y sobre todo el increíble papel cargado de cambios de registro de la veterana Itziar Aizpuru, aquí interpretando a Tere, capaz de producirnos una acentuada antipatía, como de anidar en nuestro ser un gran sentimiento de lástima hacia su personaje, cuando este pierde la memoria siendo incapaz de reconocer a nadie. Otro de los grandes aciertos de la cinta es el haberla rodado en euskera, un gran reto que por suerte ha sido bien recibido, podía haber pasado todo lo contrario. Y cómo no, un acompañamiento musical de un Pascal Gaigne en estado de gracia.

En algunas ciudades de nuestra geografía sólo ha sido posible ver este film en salas pequeñas y en filmotecas, como ha sido el caso de Murcia en la Filmoteca Regional Francisco Rabal, donde tuve oportunidad de asistir y que la proyectó durante dos días con una excelente acogida.

Sinopsis: Ane, una mujer que vive una vida monótona y triste, recibe cada semana un ramo de flores de un desconocido. Este hecho le produce inquietud, pero a la vez bienestar, sintiéndose querida y halagada. De repente deja de recibirlas y esto coincide con la muerte de un compañero de trabajo. Investigando llega a la conclusión que podía ser él quien se las enviaba, llegando incluso a entablar amistad con la madre del fallecido y provocando una sensación de extrañeza en su viuda, la cual había querido romper con todo lo relacionado con su marido.

Pascal Gaigne, francés afincado en Euskadi desde hace años, trabajando con asiduidad en su filmografía bajo la batuta de los mejores directores vascos, y también del resto de España, y que tiene a su vez una importante carrera fuera de nuestras fronteras, se hizo cargo de componer la música para este film. Gaigne entronca con la estupenda escuela de compositores vascos que han proliferado durante los últimos años en la música de cine, como son Ángel Illarramendi, Fernando Velázquez, Mikel Salas, Eduardo Arbide, Aritz Villodas, el últimamente olvidado Bingen Mendizábal y Alberto Iglesias.

Muestra de su enorme talento son obras tan bien estructuradas musicalmente como Gordos (2009), Las manos de mi madre (2013), la bellísima Katmandú (2011) o la más reciente Lasa y Zabala (2014).

En esta tercera colaboración con el director en el terreno del largometraje tras 80 egunean (En 80 días) (2010) y Supertramps   (2004), y después de varios cortometrajes en común como Sintonía C (2005) o Tercero B (2002), nos ofrece aquí el compositor una auténtica joya musical, llena de encanto y maestría. Se puede comprobar lo dicho desde su espléndido tema principal, que conjuga belleza y melancolía, pero que tiene también un acentuado toque de paz y liberación muy bien aplicado por parte de Gaigne. Comenzado por un sugerente toque de arpa y piano, seguido de unas cuerdas susurrantes y apacibles de tono nostálgico, que deja al espectador en estado de letargo. El solo de violín de la parte final del tema de extrema elegancia, tiene un aire de escritura de muy marcado estilo vasco, llamémosle así, con ciertas similitudes a la música de Illarramendi. Este tema será utilizado por Pascal para resaltar la tristeza de la vida de los protagonistas, pero como he comentado antes, servirá a su vez como redención y escape hacia un estado de paz interior buscado por los mismos.

Aplica Gaigne un tema asociado al drama interno que sufren los personajes, más nervioso y estridente, como ya hiciera con excelentes resultados Alberto Iglesias en Lucia y el sexo (2001), una sensación de asfixia y agobio que es reflejada genialmente por el francés a través de esta composición donde, entremezclado con estas cuerdas estridentes, podemos escuchar un motivo de sintetizador de parecido con el sonido que emite la txalaparta (instrumento de percusión tradicional del País Vasco). Este tema es también usado en las escenas, de ejecución extraordinaria, en las que preparan el cuerpo muerto de Beñat para su congelación.

Piano y cuerdas muy suaves aparecen en el bloque de nombre «Arimak», precioso y de una elegancia exquisita, que dan muestra del refinamiento compositivo de este autor.

Un motivo hipnótico de sintetizador, acompañado de cuerdas muy vibrantes se introduce en la escena en la que acuden a la cabeza de Ane toda clase de pensamientos, que la hacen sentirse un poco angustiada, remarcado por la maestría narrativa de Gaigne.

En el bloque «Secrets», uno de los más extensos de la partitura, escuchamos otro motivo de sintetizador de oscuros comienzos. Poco a poco va introduciendo Pascal al mismo el motivo de sintetizador de parecido con la txalaparta comentado antes, y una escritura de cuerdas dramáticas que dotan a las escenas de una frescura narrativa que habla por sí misma, casi sin necesidad de diálogos. Lo utilizará en diferentes ocasiones de aquí al final del film, como en la estupenda escena del coche en la que las dos mujeres mantienen un tenso registro interpretativo.

El tema principal de tan bella melodía será adecuado para la escena de contenida ternura, en la que Lourdes visita a su suegra comprobando como esta ha perdido la cabeza, ofreciéndonos Gaigne una variación de cuerdas y piano portentosa, de cuidada y elegante orquestación.

Y ya para finalizar volvemos a escuchar el tema central en los créditos finales, a modo de epílogo, quedando en el espectador una increíble sensación de paz interior para consigo mismo, al igual que la que han encontrado las protagonistas de esta bonita historia. Un tema que te mantiene pegado a la butaca y que no quieres que termine nunca, un estado que pocos compositores saben transmitir. Por suerte contamos con uno de ellos, Pascal Gaigne, en nuestra cinematografía.

Extraordinario score del maestro, que es sin duda el mejor español del pasado año y que a mi juicio debería ganar el Goya, al cual está nominado en la próxima edición junto a Julio de la Rosa por La Isla Mínima, el jumillano Roque Baños por El niño y  el argentino Gustavo Santaolalla por Relatos Salvajes.

Por suerte podemos disfrutar de esta preciosa composición fuera de las pantallas gracias al tesón y el esfuerzo del sello discográfico español Quartet Records, y en especial de José María Benítez, sacando a la venta una fantástica edición limitada para coleccionistas a finales del 2014. Con música compuesta y orquestada por Pascal, dirigida de forma impoluta por David Hernando Rico, al frente de la Bratislava Symphony Orchestra.Destacan los solistas Jana Nagy-Juhász al piano, Peter Baran (chelo), Marianne Lecler (arpa) y los aspectos electrónicos por parte del propio compositor.

Una joya musical intimista y de una belleza muy cuidada. Imprescindible para los aficionados a la música de cine y a la música en general.