James Horner Willow.

Plagiar o no plagiar, he aquí el dilema”… Tomando como punto de partida la encrucijada Shakesperiana es fácil observar como durante las últimas décadas se ha mirado con lupa la mayoría de las obras de James Horner, es más puede que no les falte razón a aquellos que han tomado como dogma la peligrosa senda de la crítica mediática. La evidencia como criterio de certeza responde a la realidad que rodea la actividad creativa de Mr. Horner, músico que suele utilizar con cierto descaro –versionar sería la palabra más adecuada- ideas o motivos prestados de otros músicos, como Grieg, Schumann, Rachmaninov o Prokofiev. Ahora bien, “Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra”, pues otros músicos de alto coturno también han utilizado esta práctica, ¡qué diablos¡ ni Williams se libra de la quema. Como dijo el sabio, “El camino de la salvación es difícil de recorrer; tan difícil como andar en el filo de una navaja”, sabias palabras las de William Somerset Maugham –autor de la novela The Razor’s Edge que ilustran el terreno cenagoso por el que suelen transitar algunas de las melodías más conocidas de Horner. No soy yo el juez o el verdugo del apocalipsis, ni tan siquiera el encargado de enjuiciar esta postura, pero si me presento como parte para delimitar si es lícito o no hablar de plagio, nada más. Esto, aunque obvio, es muy necesario para analizar una de sus obras más brillantes, Willow (1988), película dirigida por Ron Howard que tuvo a George Lucas como maestro de ceremonias. Willow es a grandes rasgos un cuento medieval con brujas, enanos, caballeros, hadas y mucha magia que recupero un género que andaba en desuso allá por los años 80. La historia –escrita por el propio Lucas- cuenta como en las mazmorras del castillo de la hechicera y reina Bavmorda una prisionera trae al mundo a una niña llamada Elora Danan, pequeña que según una ancestral profecía pondrá fin al reinado de la malvada hechicera. La partera salva a la niña arrojando la cuna al río -como otrora hiciera la madre de Moisés en las aguas del Nilo, ¿plagio, prefiguración o inspiración?- cuya corriente lleva la cuna hasta una aldea de enanos donde la niña es adoptada por Willow, un aprendiz de mago que encarna en su metro y medio de estatura la aventura de esta épica historia. Después de esto, batallas, hechizos, traiciones, amores y todos los elementos necesarios para configurar la gran aventura de Willow The Sorcerer.

Durante años, décadas diría yo, se ha producido un fenómeno musical bastante curioso que ha afectado a alguno de los músicos/directores más importantes del séptimo arte, hablo del fenómeno tándem, ese que ha vinculado con éxito a Hitchcock y Herrmann, Spielberg y Williams, Schaffner y Goldsmith, Brannagh y Doyle, Burton y Elfman, Kieślowski y Preisner, por citar solo a unos cuantos, y también a Howard y Horner, una dupla que ha parido alguno de los trabajos más representativos del músico californiano. Aunque en los últimos tiempos su relación haya empeorado considerablemente quedan en la memoria del aficionado títulos como Cocoon (1985), Apollo XIII (1995), The Grinch (2000), A Beautiful Mind (2001), The Missing (2003) y sobre todo Willow, su gran sinfonía épica. Épica por varios motivos, pero sobre todo por esa concepción clásica de la música cinematográfica –utilización de varios leitmotivs- que Horner empleo para desarrollar la estructura temática de la obra, pero vayamos por partes.

La partitura de Willow se soporta sobre tres leitmotivs que describen la extraordinaria aventura de Willow, eje central del score. Estas tres ideas están basadas –nunca plagiadas- en tres obras de distinta naturaleza que el músico toma prestadas para a partir de ellas evolucionar dando sentido a los diferentes estadios por los que atraviesa esta gran epopeya -hechos legendarios e imaginarios basados en un elemento de la realidad, o ficticios si se articulan sobre leyendas y mitos de la antigüedad-, de ahí que Horner recoja estas tradiciones para justificar su arriesgada decisión, “Plagiar o no plagiar”… La primera de estas tres ideas –Elora Danan/Willow´s Journey begins– describe al protagonista principal de la historia, Willow, un aprendiz de mago que representa el valor y la fuerza de una raza que lucha por la supervivencia de su especie amenazada por la malvada hechicera Bavmorda. Horner utiliza el Shakuhachi –flauta tradicional japonesa utilizada por los monjes de la secta Fuke Zen– para personificar las increibles cualidades de Willow aportando ese halo místico que envuelve a esta ancestral aventura. Esta melodía está basada en el tema tradicional “Mir Stanke le”, una bellísima pieza de carácter folklórico perteneciente a la tradición Tracia, en la península de los Balcanes, que fue recogida por Le Mystère des Voix Bulgares y que Horner adapto con inteligencia superando con creces al original. La contundencia de la orquesta –Willow´s Theme/Willow´s the Sorcerer– y la profundidad emocional del Shakuhachi acompañan al protagonista durante toda la aventura. La segunda idea de la obra está basada en el primer movimiento –Lebhaft (mi bemol mayor), primeros compases- de la Sinfonia Nº 3 en Mi bemol Op.97 (Rhénane) escrita a finales de 1850 por Robert Schumann y que Horner utiliza, con un tempo más rápido, para mostrar de un modo solemne y heroico –vuelve a aparecer la mitología, esta vez en la región del Rin- la acción que está implícita en la historia. Es una especie de fanfarria violenta –Escape from the Tavern– que representa el espíritu heroico representado por la figura de Madmartigan, el valiente caballero de noble corazón que ayudará a Willow a derrotar a la malvada hechicera Bavmorda. La tercera y última de las ideas que Horner utiliza para describir el viaje de Willow hacia su propio destino está inspirada en la Arabian DancePeer Gynt Suite No. 2 compuesta por Edward Grieg para el poema Peer Gynt, escrito por el también noruego Henrik Ibsen en 1867. La naturaleza de esta melodía es festiva y jovial –Willow´s Journey begins/-, una tonada folklórica muy bien orquestada que muestra el júbilo de la peculiar comitiva que dirige sus pasos hacia la aventura más grande de sus vidas.

A tenor de los expuesto y teniendo en el horizonte aquella máxima Shakesperiana que anoté con anterioridad es evidente –la evidencia se vuelve certeza una vez más- que Willow no es la obra más original que ha compuesto James Horner, pero si es de facto un extraordinario ejercicio de narrativa musical que bebe de la tradición otorgando a la mitología y a la espiritualidad “el acompañamiento ideal para las aventuras de todos los personajes.» Por tanto, no le concedo credibilidad alguna a la palabra “plagio”, pues esto sería escoger el camino fácil de la encrucijada, y si le doy prioridad a aquella que como justificación toma de la inspiración su punto de partida.

 Antonio Pardo Larrosa.

Los Diez Mandamientos. Elmer Bernstein.

Las diez melodías de Yahvé

La biblia ha sido durante décadas una fuente inagotable de inspiración para productores, directores, guionistas y músicos de Hollywood. En la década de los cincuenta la meca del cine llevo a cabo numerosos proyectos de temática religiosa –BenHur, Miklos Rozsa (1959), The Robe, Alfred Newman (1953) o Demetrius and the Gladiators, Franz Waxman (1954)– que propiciaron el lucimiento de algunos de los compositores más significativos de la música cinematográfica de la época, y por ende, el éxito de las productoras yanquis más importantes. En las dos últimas décadas han sido varias las películas que Hollywood ha producido intentando recuperar un género que llevaba desaparecido demasiado tiempo. Producciones como The Prince of Egypt (Hans Zimmer), The Passion of the Christ (John Debney) o Exodus (Alberto Iglesias), el último gran intento de Ridley Scott, son algunos ejemplos de que algo queda de esas legendarias superproducciones en el cine de hoy, aunque mucho me temo que no alcanzarán el éxito de antaño. Ahora bien, tomando como punto de partida esa maravillosa década de los 50 encontramos que en 1956 el director Cecil B. DeMilleSansón y Dalila (1949), The Greatest Show on Earth (1952)- llevo a la gran pantalla la historia de Moisés dirigiendo una superproducción sin parangón que contó con un espectacular elenco de medios técnicos y humanos, lo que propicio, a la postre, que recibiera siete nominaciones a los premios Oscar. Basada en el libro del Éxodo, Los diez mandamientos, narra a grosso modo la historia de Moisés, Ramsés y el pueblo de Israel durante la esclavitud que el faraón de Egipto infringió al pueblo de Dios, una historia con demasiada cosmética que reporto grandes beneficios a la productora engordando el caché de todos los participantes. El texto bíblico fue adaptado por varios guionistas –Aeneas MacKenzie y Jesse L. Lasky Jr. en un intento de conferir más credibilidad histórica –si es que la tiene- a la tradición bíblica, además de presentar en sociedad al nuevo faraón, Elmer Bernstein, autor de un fantástico decálogo musical.

Decálogo

(I) La obertura perfecta (Prelude) es un comienzo espectacular que abre los créditos de la película conteniendo los principales Leitmotivs de la obra. Se trata de una sucesión de suntuosas melodías que dibujan todos los motivos musicales del score. El poder de Yahvé, el amor y la ambición de Nefertari, la fuerza del Ramsés, el sufrimiento de un pueblo sometido y la compasión del todopoderoso son las ideas principales que sin solución de continuidad Bernstein va mostrando en este sensacional prólogo musical.

(II) Los colores de Egipto (In the Bulrushes) Es un bucólico y sencillo motivo musical apoyado en la flauta y el arpa que describe la placentera vida de palacio durante la infancia de Ramsés, un lugar donde el tiempo parece no existir hasta la llegada de Moisés, el libertador traído por las aguas del Nilo –Bernstein introduce una idea oriental para describir el crepuscular esplendor de Egipto- que Yahvé salvó de la cólera del faraón.

(III) El amor y la víbora (Love and Ambition) es el amor entre Moisés y Nefertari, un love Theme que saca el máximo partido a la cuerda utilizando al violín como la trágica voz de la amargura que se escurre a través de los sibilinos sentidos de Nefertari. Bernstein propone una bella melodía que esconde más de lo que muestra revelando el desengaño que anida en los ojos de la princesa.

(IV) Un cetro milenario (The Bitter Life) es el leitmotiv del faraón, una agresiva melodía dominada por los vientos y la cuerda que representa la hostilidad de una civilización que tiene en la trompeta a la voz de la tiranía. Es una melodía que juega con la idea heroica de Josué, el tallista hebreo, utilizando unas cuantas notas a los metales que acompañaran al fiel escudero de Moisés durante toda la historia.

(V) Moisés, el príncipe de Egipto (The crucible of God) es un leitmotiv que irradia bondad y misericordia, una melodía marcial que se torna melancólica por la partida del libertador. Los violines nos dejan al príncipe desterrado a merced de Yahvé, y es a través del desierto donde sus agudos se convierten en el lamento del proscrito. Moisés, el príncipe del desierto… Bernstein retoma la idea principal para mostrar que Yahvé acompañará a Moisés a través del Sinaí.

(VI) La danza de Yahvé (Bedouin dance) Bernstein utiliza música popular para contextualizar los ritos tradicionales del pueblo de Israel y dar mayor credibilidad a la historia. El músico utiliza esta danza –su instrumentación es simple y rústica- de profunda espiritualidad étnica para mostrar el júbilo de los pastores del desierto, idea que se opone a la que Bernstein utiliza para describir las sofisticadas danzas –Egyptian dance– de los egipcios.

(VII) La voz de Dios (I Am That I Am) es el leitmotiv sagrado de la obra, la voz de la zarza que no se consume. El maestro utiliza la cuerda a sotto voce para describir la morada de Dios, un momento sobrecogedor que Bernstein culmina con el leitmotiv de Moisés el libertador en su máximo esplendor.

(VIII) El Ángel de la muerte (The Plagues) repta por las casas hebreas apoyado en los clarinetes, una melodía inquietante que enfatiza el poder de la muerte que acecha a Egipto. La música –con los vientos como protagonistas- se cuela a hurtadillas en las vidas de los egipcios desencadenando la ira de Dios.

(IX) ¡Libertad! (The Exodus) Un cuerno proclama la libertad, cuatro notas… A modo de pompa y circunstancia Bernstein construye una marcha cargada de dignidad que guía al pueblo hebreo hacia la libertad. La orquesta describe con acierto el júbilo del momento, la anhelada salida de Egipto que Bernstein guía a golpe de timbal y toque de corneta.

(X) El Dedo de Dios (The Ten Commandments) es un final épico. Estamos ante el leitmotiv que sella la alianza con el pueblo elegido, una melodía escrita a fuego y lamento que cierra la obra de un modo espectacular. Bernstein vuelve retomar el leitmotiv principal para sellar la alianza de Moisés y Yahvé una vez entregadas las tablas de la ley, el decálogo de Dios.

En honor a la verdad hay que decir que la Paramount y el director pensaron que el compositor idóneo para escribir la música de esta superproducción era Víctor Young –Scaramouche (1952), The Quiet man (1952)-, un músico curtido en estas lides que por enfermedad tuvo que declinar el ofrecimiento. El propio Young recomendó a Bernstein para el proyecto, un joven y prometedor músico –hasta ese momento solo había compuesto 6 partituras incluida The Man With the Golden Arm (1955), su primera nominación a los premios de la academia- que aceptó el encargo pensando que esta podía ser su gran oportunidad. En mi opinión Elmer Bernstein supo estar a la altura de las circunstancias escribiendo una de las partituras más grandes de la historia del cine, y eso es decir mucho.

Larga vida al faraón…

Antonio Pardo Larrosa.

Centauros del desierto. Max Steiner.

Aprovechando la nueva edición en cd de la partitura de Max Steiner para The Seachers, me dispongo a hacer un comentario sobre este clásico de la música de cine. Es una suerte que en Estados Unidos cuiden su patrimonio musical cinematográfico tan bien, y un lujo que se vuelvan a reeditar bso de  la talla de la que nos ocupa. BYU ha sido la encargada de volver a poner en el mercado discográfico esta joya, que ya sacó en 1996. Ahora el disco cuenta con un tema más que el anterior y un sonido mejorado.

En cuanto a la película, estamos ante una obra maestra dirigida por John Ford, en palabras de Spielberg, la mejor de la historia. Y no le falta razón. Ford imprime a la historia un ritmo a veces trepidante y otras sosegado. Planos magistrales, y sin duda, la mejor interpretación de un John Wayne que borda su papel de «Ethan», un tipo huraño y racista que vuelve a casa de su hermano años después de haber terminado la guerra. El guión lo firma un habitual colaborador de Ford, Frank S. Nugent, realizando una magnífica adaptación de la novela escrita por Alan Le May. Parte del elenco actoral de la cinta era tan habitual que a veces parecía que estaban esperando con el pañuelo al cuello la llamada del director para un próximo Western. Pero este no es el típico producto del Oeste que se había hecho hasta la fecha. Tiene un calado emocional y humano más hondo del que se podía esperar de una obra por el estilo, resultando ser uno de los mayores logros dentro de la filmografía de su autor. Destaca dentro de sus aspectos técnicos, un genial trabajo de fotografía a cargo de  Winton C. Hoch, a veces de tonos rojizos espectaculares, y que hace que los paisajes naturales de Monument Valley aparezcan todavía más solemnes. Siguiendo el comentario del reparto, Ford contó con Jeffrey Hunter, un joven actor que aquí esta muy bien como sobrino político de Ethan, y que ayuda en cierta manera a que el personaje de Wayne no pierda la cabeza y acabe matando a Debbie, su sobrina, interpretada por Natalie Wood, en unos de sus primeros escarceos en la industria de Hollywood tras su anterior Rebelde sin causa (1955). Encontramos también a Ward Bond, Vera Miles, John Qualen, Olive Carey, Henry Brandon, Ken Curtis, Harry Carey Jr., Hank Worden y Walter Coy, todos ellos son los habituales que he mencionado con anterioridad, y que hacen mejorar la cinta con sus actuaciones. Incomprensiblemente el film no obtuvo ninguna nominación a los Oscar en 1956, un hecho extraño después de ver sus inmejorables acabados, pero así es la industria, a veces injusta con ciertas películas.

Steiner está aquí a la altura de las circunstancias como era de esperar, y firma una partitura maravillosa cargada de temas memorables. Ford insistió a Steiner para que utilizara temas populares, como ya hiciera con otros compositores, a los que casi obligaba a poner en sus obras temas, por ejemplo irlandeses. No podemos decir que el director fuera un gran entendido en estas lindes, y recordamos un comentario en el que decía que no le gustaba ver a un tipo muriéndose de sed en el desierto de Arizona con la Sinfónica de Filadelfia de acompañamiento. Pero con el tiempo se dio cuenta de la importancia de la labor de la música en un film, y por ello se rodeó de los mejores compositores de la época, como Steiner, Victor Young o Alfred Newman.

Siguiendo con The Seachers, dos grandes ejes son los que sustentan esta obra: por una lado el tema central, utilizado como leitmotiv a lo largo del film. Será usado primero como tema de Ethan, y más tarde para los buscadores. El otro eje son los temas dedicados al amenazante jefe Cicatriz y su tribu de indios, sustentado sobre todo en una percusión a veces obsesiva. Estos son los dos grandes ejes, pero hay mucho más que contar dentro de esta banda sonora, voy a hacerlo a través del comentario de algunos de sus mejores momentos musicales.

El score es comenzado por el tema de los créditos iniciales, de fuerte orquestación en su principio. Introduce a continuación el citado leitmotiv de la cinta, cantado por «The Son Of Pioneers», encabezados por Stan Jones., un tema nostálgico muy bonito.

Igual de nostálgicos suenan los violines que acompañan a Ethan al llegar a casa de su hermano, secundados por leves toques de guitarra. Un motivo musical nos narra de manera impecable los sentimientos de melancolía que invaden al personaje, y no precisamente por haber luchado en la guerra. Es evidente que está enamorado de Martha, la mujer de su hermano.

La primera aparición de Martin (Hunter) en pantalla, es tratada por Steiner con un motivo brioso, cuando el muchacho llega a caballo. Al igual que él, un mestizo medio comanche, es dinámico y desenfadado. La cuerda es la dominante, sólo volviéndose más dramático cuando entra a cenar en casa y se encuentra con la mirada racista de Ethan clavada.

Escuchamos un solo de violín muy bello, cuando Ethan ve cerrarse la puerta de la habitación de su hermano con Martha dentro, dramático y nostálgico. Un solo de clarinete es el preludio del tema central del film, esta vez en solo de violín.

A continuación el compositor introduce un motivo cariñoso a pianola, cuando Martha prepara la ropa de Ethan para la partida junto a un grupo de castigo contra los indios.

Cuando la cuadrilla de castigadores cabalga al aire libre por los parajes, suena de nuevo el leitmotiv central versionado. Al divisar a la tribu con Cicatriz a la cabeza, aparece por primera vez la música dedicada a los comanches. Percusión que se va moviendo al compás del grupo a modo de coreografía.

En el rancho, antes del ataque, se siguen oyendo tambores, que son interrumpidos por un solo de violín trágico, que nos cuenta de antemano en desastroso final que espera a Martha y su familia. Un toque de arpa y, acto seguido, acordes de piano y cuerdas desafiantes que acaban con Cicatriz apareciendo ante Debbie.

Uno de los mejores momentos, de Wayne y de la película, es magnificado a través de la música: Metales estridentes acompañan a Ethan y Martin hacia el rancho, encontrándoselo incendiado. Es ahora cuando Steiner aprovecha su gran oficio para narrarnos dramáticamente lo que ocurre, introduciendo un golpe orquestal percusivo, en el momento que Ethan divisa la casa en llamas, seguido de las cuerdas que suenan compasivas, y finalizando la escena con un lánguido solo de violín. La música dedicada a Ethan pasa de nostálgica a ser agresiva, y aparece el tema central, que a partir de ahora será el de los buscadores.

La escena de la persecución, que acaba con el tiroteo en el río, es secundada por guitarra, cuerdas y metales, y se torna en un tono misterioso, dando entrada a la percusión. Entonces el compositor da entrada al tema de los comanches, más desarrollado, donde la percusión y metales se vuelven amenazadores, subiendo en intensidad hasta estallar orquestalmente en un tema frenético de tambores. Estos, junto a los metales, no dejan de sonar hasta el fin de la escena.

Un solo de violín suena cuando muere Brad (Carey Jr), que al conocer la muerte de su novia, la sobrina mayor de Ethan, enloquece dirigiéndose sin control hasta el campamento indio. La música se vuelve histérica, igual que él. Se corta en un silencio muy bien adecuado que se rompe con un primer disparo hecho por el joven, y a continuación un segundo. Steiner reaparece en ese momento con un golpe orquestal, con el que ya sabemos que Brad ha muerto, magistral.

Max aplica un motivo alegre, de los pocos que hay en la partitura, para el personaje de Laurie (Miles). Será usado como tema romántico para la pareja formada por ella y Martin, y es acabado en solo de violín muy conseguido. También escribe temas cómicos, al estilo Mickey Mousing, como por ejemplo cuando ella juega con Martin y le echa agua por encima, estos momentos pausan muy acertadamente los momentos duros, dando un descanso al espectador-oyente.

De nuevo Ethan vuelve a recibir noticias de Debbie, cautiva por Cicatriz. En un cambio de tono muy oscuro Steiner nos narra el odio interno del personaje al saber que su sobrina se ha podido convertir en uno de ellos.

El compositor escribe el tema de «Look», una india que por circunstancias ajenas a Martin, le es vendida por los indios como esposa. Campanillas y flauta llevan el peso de esta composición, dulce como la inocencia de la joven, con toques de violín y clarinete que dan paso a la orquesta completa, que se encarga ahora del fraseado central. Este motivo se vuelve a escuchar cuando la joven escapa y deja una señal, indicando la dirección en la que deben ir para encontrar a Cicatriz, y, por último, en la escena de castigo por parte del ejército, en el momento en el que Martin entra en una de las tiendas encontrando a Look muerta.

Encontramos otros cortes de descarga del drama, como el dedicado al viejo Mose (Worden). Se trata del mismo tema que el moscardón que corteja a Laurie toca a guitarra en la escena anterior, una canción popular que Steiner versionó.

El tema de Cicatriz aparece en el momento en que los dos buscadores llegan a su poblado, dominado por tambores intrigantes. Oímos un motivo esperanzador de cuerda y arpa, cuando Debbie se acerca a Martin, en el que Steiner vuelve a introducir el leitmotiv principal, y acto seguido es cortado por el flechazo en el hombro de Ethan, mediante un golpe de metales. Un tema de acción lleva las riendas en la huida de los dos hombres, de potente orquestación de metales y percusión.

Sonoridades misteriosas acompañan la incursión de Martin en el poblado Indio. Suena un arpa al deslizarse por la montaña, seguida de la cuerda en tono intrigante.

Trompeta y redobles de tambor en la escena del ataque al campamento por parte de los soldados, triunfalista y dinámico. Ethan encuentra a Debbie, y suena el tema central, a guitarra y trompeta al principio. Acto seguido la cuerda retoma la melodía, creciendo en intensidad cuando su tío la toma en brazos. Finalizando la obra con la incursión de nuevo del tema central cantado por «The Son Of Pioneers», para la mítica escena de Wayne al fondo de la puerta.

Los aficionados van a poder disfrutar de nuevo en versión discográfica de una obra maestra indiscutible de la música de cine, a través de esta estupenda edición del todo recomendable, ya que la anterior estaba casi descatalogada, y sólo se podía encontrar a precios desorbitados. Un disco que hace justicia a un clásico imperecedero, de un compositor que marcó una época dorada dentro de la música para el cine, un pionero gracias al cual podemos disfrutar a día de hoy de partituras realmente memorables. No hay que olvidar la labor de uno de los orquestadores habituales de Steiner: me refiero a Murray Cutter, al que hay que reconocerle sus méritos en esta y otras partituras del austriaco.

Henry Mancini, Dos en la carretera.

 


He de reconocer que el cine realizado por Stanley Donen siempre me ha maravillado, desde Cantando bajo la lluvia (1952), pasando por Siete novias para siete hermanos (1954), hasta, por ejemplo, su estupenda Charada (1963). Pero para este film que nos ocupa, Donen rozó la perfección absoluta. Como siempre, que la cinta nos resulte tan atractiva radica en una dirección de actores soberbia y una colocación de la cámara siempre acertada, el director era un maestro en eso. Aquí se topó también con un muy atractivo guión escrito por Frederic Raphael, en el que un matrimonio, de viaje hacia la Riviera Francesa, rememora sus años juntos desde que se conocieron, en un viaje al mismo lugar, pasando por las infidelidades de ambos y la vuelta a la convivencia. Todo ello tratado genialmente por Stanley, mediante flashes que llevan a la pareja desde la actualidad, a rincones alejados de su vida en común. Por supuesto si uno tiene como interpretes a Audrey Hepburn y Albert Finney en sus papeles principales, todo se hace un poco más fácil, al ser actores de tremenda calidad. La película tuvo mucho éxito en su época, recibiendo una nominación al Oscar al mejor guión original en 1967, al igual que dos nominaciones a los Globos de Oro, mejor actriz de comedia/musical (Hepburn) y música original. A día de hoy se ha sabido mantener muy bien, llegando a las nuevas generaciones de cinéfilos, y provocando en ellos la misma admiración que provocó en el público de entonces.

Como he indicado antes, la banda sonora fue nominada al Globo de Oro, un hecho que no nos pilla por sorpresa después de escuchar la maravillosa composición romántica y de toques afrancesados totalmente maestros. Como no podía ser de otra manera, el encargado de dicha obra fue Henry Mancini, un Mancini que parecía sacar todo lo mejor de su repertorio cada vez que trabajaba junto a Audrey (en realidad entablaron una amistad muy profunda desde Desayuno con diamantes en 1961). A la vista está después de escuchar obras como la anteriormente mencionada, Charada o Sola en la oscuridad (1967). En mi opinión el maestro de la melodía en Hollywood, creó aquí el mejor y más bonito tema de toda su carrera, me refiero al tema central de la película y leitmotiv utilizado para la relación de la pareja protagonista.

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Pongámonos a analizar la composición, a través del comentario de alguno de sus temas.

El motivo principal es introducido por el compositor en los títulos de crédito, una delicia compositiva, en la que se queda corto cualquier calificativo que se le pueda dar, una joya de melodía pegadiza que es comenzada por una leve aparición del xilófono, para a continuación dar entrada a la cuerda, que nos deleita con una interpretación deliciosa, para acto seguido los metales llevar el peso de la melodía. No nos deja de sorprender, y nos deja boquiabiertos con un solo de violín de bellísima factura, seguido de un solo de acordeón, que hace referencia a la situación geográfica, y ya acabando el tema con la orquesta al unísono interpretando la frase central.

Como he dicho anteriormente, este tema se usará como leitmotiv de la pareja, apareciendo en infinidad de ocasiones, en variaciones extraordinarias, como en la de su versión para coros por ejemplo, con letra de Leslie Bricusse.

Otros de los temas destacados es «Something for Audrey», otra genialidad sacada de la chistera del autor, de registro jazzisticos. Comienza con una presentación en la que la orquesta, sobre todo las cuerdas interpretan un motivo de contenida elegancia, al igual que el resto del tema, que es continuado por la incursión de un solo de saxo fabuloso y la irrupción de un motivo de piano de descomunal belleza, acompañado de toques de xilófono, un instrumento muy utilizado en la obra. Este tema dignifica y nos muestra la elegancia de su protagonista femenina.

Como se sabe, parte de la acción se desarrolla en Francia, de ahí que se escuchen temas con acordeón y acompañamiento de cuerdas, e incluso bongos, que sirven para arropar las escenas que discurren en la carretera.

Hay cabida también en esta composición para cortes auténticamente de jazz, como el titulado en el disco «The Chaser», donde la batería y cuerdas en suspensión, anteceden a la frase principal del tema, interpretada por el saxo, de ritmo trepidante, y donde se vuelve a acompañar del xilófono y piano, y acaba con un fraseado de saxofón de genialidad desbordada.

Igualmente rítmico y alegre resulta «Something Loose», donde Mancini borda un tema maestro, dando el peso de la melodía al saxo, y acompañado de manera eficiente por cuerdas y trompeta.

Lo cierto es que cada uno de los temas escritos por Henry para este film son maestros, se podrían destacar todos, como el tema cómico-bufonesco, «Happy Barefoot Boy», interpretado por instrumento electrónico y el saxo como acompañante.

Muestra de esta maestría encontramos «French Provincial», corte de elegante melodía, donde el peso recae en el acordeón, y la cuerda realiza un fraseado de exquisita sonoridad, y nos transportan de manera inmediata a los pueblecitos tan bellos de la campiña francesa, solamente a través de su escucha. Este es un tema precursor de su posterior motivo principal para el film Victor o Victoria (1982), me refiero a la música que escuchamos en la escena que abre la cinta.

«Domain ST. Juste» es otro corte de tremenda elegancia en sus formas, en el que el violín interpreta una melodía lenta en forma de minueto, con acompañamiento de piano, un corte de refinado y depurado estilo.

Pero lo que realmente domina esta composición es el leitmotiv romántico, que nos narra de manera muy explícita la relación amorosa de la pareja protagonista, y que a su vez tiene un cierto tono triste, que hace referencia a la etapa mala por la que pasan los matrimonios, pero que en realidad lo que cuenta para Mancini es el amor que ambos se profesan, narrando los diferentes conflictos de manera muy acertada. La obra acaba con una variación de dicho tema, esta vez comenzada por un solo de violín, que da paso al resto de cuerdas, para que recojan el testigo de llevar la melodía. La flauta, acto seguido, se hace con las riendas, para dar paso de nuevo a las cuerdas, y estas, a través de un recurrente motivo de xilófono, vuelven a retomar el testigo, pero esta vez incrementando la intensidad de su tono.

Maravillosa banda sonora, que por suerte podemos disfrutar en formato compacto. El disco fue realizado por RCA records en 1967 originalmente, reeditado en 1998. Un disco que recomiendo de lleno, y que todo aficionado a la música de cine debería tener, al ser a mi juicio una de las más altas joyas compositivas de un autor que llenó la pantalla de melodías imperecederas, que forman parte ya del colectivo inconsciente del aficionado a las bandas sonoras y a la buena música en general.

Dario Marianelli: Orgullo y Prejuicio.

Basado en la novela de Jane Austen, es éste uno de los numerosos films que se han realizado sobre ella. Su director, el joven Joe Wright, supo dar un enfoque actual y novedoso, sin perder por ello ni un ápice de su esencia Victoriana. Para ello se sustentó en un magnífico guión cargado de sensibilidad, escrito por Deborah Moggach, en el que se captaba de manera soberbia la vida de ésta familia y sus vicisitudes cotidianas, anhelos, etc. La cinta es una obra redonda en todos sus aspectos, empezando por un diseño de producción magnífico, no menos logrado es su vestuario, donde la productora volcó parte de sus esfuerzos en recrear la época lo más exactamente posible, y vaya si lo consiguió. Otro de esos aspectos es el de la fotografía de Roman Osin, un excelente trabajo en el que la luz tiene un papel muy destacado, al igual que los tonos apastelados de algunas de sus escenas. Lo realizado por Wright no tiene desperdicio, planos y escenas realmente geniales y poéticas, que nos trasladan casi sin quererlo hacia un apacible devenir, entre las campiñas y casas de Inglaterra. Dentro de su apartado actoral, todos, absolutamente todos los participantes en esta obra, realizan actuaciones excepcionales, empezando por una interpretación muy sutil y contenida de Keira Knightley, merecedora de una nominación al Oscar por su papel de la bella y adelantada a su tiempo Lizzie. Donald Sutherland borda su papel de padre de las cinco hermanas Bennet; una madre obsesionada en encontrar maridos a sus hijas, de la que Brenda Blethyn sacó máximo partido a su actuación. Matthew Macfadyen es el partenaire masculino de Keira, en uno de sus mejores papeles hasta la fecha, apartado de presuntuosidad y lejos de hacer de su presencia sólo un mero hecho decorativo, que es lo que a veces en muchos de estos papeles, llamémosles de galán, suelen hacer otros actores. El personaje del señor Darcy fue interpretado, entre otros, por el gran Peter Cushing, para una serie de cinco capitulos de 30 minutos de duración, producida por la cadena de televisión BBC en 1952. Destacar también, cómo no, a la extraordinaria Judi Dench, en otra de sus aquilatadas apariciones,  Tom Hollander, actor de no mucha estatura, que es compensada con un talento interpretativo enorme, aquí esta magistral, al igual que por ejemplo en el film de 2006 Piratas del Mar Caribe: El cofre del hombre muerto de Gore Verbinski. Entre las jóvenes que se hacen cargo de los papeles de las hermanas de Lizzie, todas estupendas, destacaré el de Rosamund Pike, aquí interpretando a una dulce y apaciguada joven, que contrasta con su maravillosa actuación para el film de David Fincher Perdida (2014), junto a Ben Affleck, en la que nos mostró una faceta de lo más agresiva, totalmente alejada de este personaje de Orgullo y Prejuicio, y que nos muestra la calidad y registros interpretativos de la joven actriz. Entre las nominaciones al Oscar que recibió la cinta se encuentran dirección artística, vestuario, la citada a la mejor actriz principal para Keira y una muy merecida nominación para su música original.

Dario Marianelli fue el encargado de componer esta magistral partitura sinfónica y romántica, llena de momentos inolvidables e inigualables. Marianelli nació en Pisa el 21 de junio de 1963, estudió música en la Guildhall School of Music and Drama , especializándose en piano y composición. Trabaja habitualmente para el cine, pero también escribe de manera paralela obras para las salas de conciertos, ya sean orquestales o corales, al igual que escribe música incidental para la compañía de teatro Royal Shakespeare Company. En el cine, se ha especializado en películas de aflorado romanticismo y de refinadas y elegantes historias, pero también escuchamos su música en infinidad de buenas cintas de otras índoles como, por ejemplo, en V de Vendetta (2006), El secreto de los hermanos Grimm (2005) o Ágora (2009). Ha establecido una simbiosis casi perfecta con Joe Wright, en títulos como éste que nos ocupa, Expiación (2006), esta última le supuso su único Oscar hasta la fecha, o Anna Karenina (2012).

Ésta partitura es una auténtica obra maestra musical, comenzando con un tema principal totalmente exquisito, donde una escritura elegante y dulce del piano es su principal valedora, un tema que transmite mucha tranquilidad y paz interior, al igual que el personaje interpretado por Keira, éste se vuelve un poco más acentuado y dinámico hacia su mitad, también en referencia a la propia personalidad de la dama.

Encontramos temas delicados y muy bellos, como el que suena cuando las jovenes hermanas fijan sus miradas hacia el cielo para contemplar las estrellas, aquí Marianelli, nos ofrece una suave orquestación de cuerdas, en la cual un leve y bonito solo de oboe nos vuelve a introducir el motivo central anteriormente mencionado al piano.

Excepcional resulta a su vez el corte musical dedicado a la visita y contemplación de las esculturas en la casa del señor Darcy; un motivo mágico al piano nos mete de lleno en la magnificencia de esas obras tan delicadas y del refinamiento y sensibilidad de su propietario, el cual tiene una figura con su rostro pulido en piedra, que provocará la inmersión de Lizzie en cada uno de sus rasgos faciales, todo ello aderezado por un tono realmente muy conseguido por parte del compositor, mediante cuerdas deslizadas de manera muy suave, e instrumentos de viento poéticamente interpretados, sin dejar de ser acompañados, esta vez en un segundo plano, por el piano.

Dario nos ofrece otros temas más ligeros dedicados a los bailes de las numerosas fiestas a las que acuden las hermanas, donde emplea un tono más jovial y desenfadado a través de una orquestación de época, tal como hiciera Philippe Sarde en el baile de la escena principal de Tess (1981), de Roman Polanski. De hecho, uno de estos temas tiene un cierto parecido con el que escribiera Sarde, para el film de Roman. De estos temas desenfadados, es muy destacable el brioso e impetuoso motivo dedicado a una de las hermanas, Georgiana, en el que el piano, esta vez mucho más activo, nos introduce en la personalidad de esta, más alocada, arropado a continuación por toda la orquesta siguiendo ese mismo tono, en un corte que resulta de sonoridades casi barrocas.

Dentro de los dedicados a la pareja protagonista, y su creciente admiración y amor, descubrimos una joya musical también de aires barrocos, referida a la llegada de ella a Netherfield. O el del baile de los dos enamorados, dentro de una sala abarrotada de gente, una pieza escénica de alto calado poético en la que el director y actores consiguen una perfección absoluta, todo ello engrandecido por la variación de un tema de Henry Purcell, al violín. Una escena en la que de repente desaparecen todos los invitados que bailan alrededor de ellos, y no por que se vayan, sino porque los sentimientos de la pareja, que no deja de mirarse fijamente en ningún instante, hacen que para ellos no haya nadie más en la sala.

Otra de esas escenas mágicas, la encontramos cuando se nos ofrece en pantalla el paso del tiempo, a través de un muy bello movimiento de cámara alrededor de la protagonista, que se balancea en un columpio. Una genialidad de Marianelli acompaña esta escena, en la que se nos muestra de manera inconsciente el enamoramiento de esta mujer por el señor Darcy. Es uno de los más bonitos, y en él, el piano de manera exquisita y elegante, nos da cuenta de la sensibilidad de la chica, con un acompañamiento de cuerdas magistrales, corto pero intenso. O el dedicado a cuándo la joven pasea cerca de un acantilado con sus ilusiones y anhelos, que tienen un tono similar al anterior, con el piano como sustentador principal.

Estos cortes elegantes y románticos siguen aflorando dentro del score, al igual que un leve sentido dramático, cuando por equivocos del destino, ella se siente desfraudada por una actuación involuntaria del señor Darcy. Son presentados por el autor italiano de manera ejemplar, mediante una escritura de cuerdas en las que ahora escuchamos en su tono, un toque más triste y amargo, como el dolor del desamor que cree sentir ella en esos momentos.

Cuando Lizzie lee la carta de Darcy, pudiendo observar que se ha equivocado respecto a él, Marianelli, en una muestra de sutileza, nos deleita con un tema a piano, acompañado de un solo de chelo magistral, en el que la interpretación excepcional de el pianista francés Jean Yves-Tribaudet, nos transporta hacia terrenos de nuestra alma, a veces olvidados y que no dejamos aflorar como deberíamos, una delicia que es secundada de manera excepcional por el chelo de Caroline Dale, amor y romanticismo en estado puro.

Ya termino este comentario, con el tema que acompaña la escena en la que Lizzie sale a pasear a la campiña, a muy tempranas horas y se encuentra con el señor Darcy, sin duda el mejor de todos los temas incluidos en esta banda sonora. Una joya de la música de cine contemporánea. Es comenzada por el chelo susurrante de Dale, para, acto seguido, volverse más enérgica a través de la incursión de toda la orquesta al unísono. Después de una pausa, la música se suaviza de inmediato, y es entonces cuando un precioso motivo de cuerdas da paso al piano, que acompaña como si a modo de coreografía se tratara, la aparición del señor Darcy, en un alarde de melodía que nos deja de manera irremediable en una actitud de apaciguada sensación de indefensión ante tal portento musical. A partir de aquí cuando los dos enamorados se tocan las manos y juntan sus cabezas, cuando todo ha terminado, y saben que se quieren de veras, Marianelli, nos vuelve a deleitar con una escritura de suaves y deliciosas cuerdas, que atestigua lo anteriormente dicho. No hacen falta diálogos, ya nos está narrando el compositor, afectivamente hablando, lo que ocurre por sus corazones.

Una obra muy sobresaliente, que se encuentra entre lo mejor de las últimas composiciones de este siglo, una obra maestra indiscutible, que por suerte podemos disfrutar mediante la escucha del cd editado por Decca Records. Un disco que contiene 17 deliciosos temas, interpretados por la English Chamber Orchestra, que tan bien dirigiera en sus últimos trabajos el británico John Barry, y que aquí vuelve a sonar de manera soberbia, ejecutando las notas de este maestro nacido en Pisa. Y cómo no, destacar de nuevo el gran trabajo de Jean Yves-Tribaudet al piano, con el cual volvería a contar en su oscarizada Expiación, y también los solos de chelo de Caroline Dale, y de violín a cargo de Aidan Broadbridge.  No quisiera olvidarme de mencionar al orquestador y conductor de esta obra: el británico Benjamin Wallfisch, habitual en los scores de Dario, y ahora lanzado en una exitosa carrera compositiva en solitario.

 

La leyenda del pianista en el Océano. Ennio Morricone.

En 1998 el director italiano Giuseppe Tornatore se atrevió a rodar esta cinta totalmente en inglés. Una obra redonda en todos sus aspectos, desde impecable dirección, pasando por un guión muy bien elaborado por parte de Tornatore, basado en una novela de Alessandro Baricco. La fotografía de Lajos Koltai, no fue menos; hermosa y de coloridos muy vivos, ayudó sobremanera al film. Este húngaro tiene títulos muy atractivos en su filmografía como: Cuando un hombre ama a una mujer (1994), Malena (2000) o la hermosa Evening (2007), con score de Jan A.P.Kaczmareck, en la que se puso tras las cámaras. El polifacético Tim Roth fue el actor protagonista, en este un papel bastante conseguido, estaba acompañado por Pruitt Taylor Vince, Mélanie Thierry y Peter Vaughan. Como no podía ser menos en una cinta dirigida por Tornatore, Ennio Morricone se encargó de componer la partitura, ayudando y mejorando la película sustancialmente. Habitual en sus relaciones profesionales, la conjunción de imágenes con la música resulta portentosa, regalándonos momentos inolvidables, como ya en anteriores ocasiones nos habían proporcionado, una simbiosis muy beneficiosa para el Séptimo Arte.

El film versa sobre un niño que es criado dentro de un barco de pasajeros, y el descubrimiento de su innato talento para la música, desarrollado en una interpretación del piano maravillosa y cómo utiliza este instrumento para expresar sus sentimientos.

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Ennio Morricone, nacido en Roma el 10 de noviembre de 1928 y todavía en activo, escribió este score, como hemos dicho. Morricone empezó su carrera en el mundo de la radio y televisión, arreglando y dirigiendo obras de otros compositores. Estudió en la prestigiosa Academia Nacional de Santa Cecilia, desarrollando una importante y fecunda relación con el cine. Con una obra que comprende más de 500 composiciones para el medio cinematográfico y televisivo, Morricone no nos deja de sorprender en cada uno de sus nuevos trabajos. Obras tan extraordinarias, como las colaboraciones con su amigo Sergio Leone, pasando por films eróticos en donde la inconfundible voz de su inseparable Edda Dell’Orso nos sumía en un estado placentero, hasta composiciones tan admirables como La Misión (1986), o sus últimas obras maestras, como esta que vamos a comentar. Actualmente se dedica a ofrecer conciertos de su música por toda la geografía, tuve la suerte de poder verlo por última vez en febrero de 2014 en el París-Bercy. Un concierto en el que curiosamente se proyectaba un documental sobre su vida y obra antes del mismo, siendo abucheado por la parroquia francesa al ver que no salía, un hecho que me dejó atónito y que no había visto en ninguno de los diferentes conciertos que he podido presenciar del maestro.

El compositor romano recibió por este score el Globo de Oro a la mejor música original, y no es para menos. Es ésta una obra lírica, de inusitada belleza, a veces melancólica y que entremezcla un agudizado toque de Jazz, muy acorde con lo que vemos en pantalla. Una obra maestra sólo al alcance de unos pocos genios, como es el caso de este insigne autor.

Creó Morricone un tema principal de esos que dejan huella, donde un suave toque del arpa, introduce la melodía. Trompetas con sordinas, de clara referencia jazzistica, dan paso a un motivo de extrema belleza y melancolía, en el que la viola de Fausto Anselmo nos deleita con su presencia. El tono de la música va en crescendo, incorporándose toda la orquesta al unísono, en la que sobre todo la cuerda lleva el fraseado central del tema. Una delicia en la que las trompetas e instrumentos de viento también tienen un papel destacado. Hacia el final de la composición, la música se calma, pudiendo escuchar el motivo central otra vez con el arpa, acompañado de suaves cuerdas y de unos fraseados jazzisticos de clarinete muy logrados. Una auténtica joya musical que acompañaba la llegada del barco a Nueva York, cuando los inmigrantes divisan la Estatua de la Libertad y crecen sus esperanzas.

De sobra es sabido que este tema será utilizado por el compositor como leitmotiv del score, lo oiremos mediante variaciones en muchas escenas, como por ejemplo en una de mis favoritas. Se trata de cuando un equipo discográfico se traslada al barco para que el artista grabe una piezas para ellos. En pantalla vemos a Roth comenzando a interpretar el piano de forma nerviosa y dinámica, para a continuación volverse más delicada y hermosa, cuando el protagonista vislumbra a través de la ventanilla del camarote a una joven de cara angelical que le deja totalmente embelesado. Roth no deja de mirarla, sin posar la vista ni una sola vez en el teclado. Magistralmente llamado» Playing Love», se trata de una variación a piano delicada del tema central, una escena magistral en la que la conjunción de música e imágenes llega a un zenit insuperable, puro cine.

La interpretación del piano a cargo de Gilda Butta, una habitual del maestro romano acompañándolo en todos su giras, resulta maravillosa durante todo el metraje, al igual que la orquesta Accademia Musicale Italiana, también usada con asiduidad por Morricone.

Dentro de esa orquestación a veces con aires de Jazz o Blues, nos encontramos principalmente con trompetas, piano y alguna inserción del clarinete, en diferentes pasajes de la obra, adecuados para describir la época en la que se desarrolla la acción. Resaltar entre estos los duelos interpretativos, que tienen el personaje de Roth y Jelly Roll Morton, que sube al barco para que midan sus fuerzas. Algunos de ellos escritos por el propio Morton o Scott Joplin, autores de la época.

Una de las mejores escenas es en la que el joven interpreta el piano plasmando en música el pensamiento y sentimientos de algunos de los presentes en el baile del salón sólo con mirarlos, como si de un compositor de cine se tratara.

Podemos decir que el tema anteriormente mencionado de la aparición de la chica, será a su vez el tema de amor. Un amor un poco raro, porque el apenas llega a hablar con ella y la chica casi ni intuye su presencia, pero él está prendado por su belleza y no dejará de amarla.

Pero su amor verdadero es el barco. Incluso no se atreve a bajar del mismo, en ninguno de los puertos en los que atracan. Solo una vez hace el esfuerzo de salir, para buscar a su amada, dando marcha atrás y volviendo a su mundo. En las escenas finales, en las cuales se disponen a hundir el trasatlántico después de una larga vida, tampoco saldrá nuestro protagonista de él. Se acompañan estas escenas con música de aire triste y melancólico, que brota de dentro del personaje. Morricone supo imprimir una belleza en sus notas que nos hace volar por unos instantes de nuestros asientos.

Pero sin duda, el mejor de estos temas que reflejan el estado de Novecento es el llamado «The Crisis». Un tema interpretado al piano, muy lentamente en su comienzo, acto seguido incorporándose con maestría una suave orquestación de cuerdas de escritura extraordinaria, acabando como empezó, con el piano como principal valedor, y que nos sume en la extrema soledad y tristeza de este personaje tan peculiar.

Una obra maestra indiscutible, de entre las muchas que ha escrito este genio musical llamado Ennio Morricone, y las que nos quedan por venir.

Sony Classical sacó a la venta el disco de este score en 1999, conteniendo 21 temas maravillosos. A su vez se editó otro, también del sello Sony, en Italia, en el que se podían escuchar 8 temas más, que suponían alrededor de 20 minutos más de música. Por desgracia este cd resulta hoy en día muy difícil de adquirir, a no ser que sea por un alto precio, aún así es muy recomendable. En los dos se incluía la canción del tema central del film interpretada por Roger Waters, que escribe también la letra, y que contenía solos de guitarra de Edward Van Halen.

Jane Eyre de John Williams.

Una de las numerosas versiones de la novela de Charlotte Brontë, realizada en 1970 para televisión. La cinta está dirigida por Delbert Mann, autor proveniente del mundo televisivo que dirigió obras tan excelentes como Mesas Separadas (1958), Pijama para dos (1961) o Nido de Águilas (1963), estas dos últimas con Rock Hudson como protagonista.

Protagonizada por George C. Scott y Susannah York, cuenta a su vez con la estupenda actuacion del siempre eficiente Jack Hawkins (Ben-Hur). Está guionizada por Jack Pulman, que no supo darle todo lo que requería la novela.

Sin duda no es esta la mejor versión de todas las realizadas para el medio, pero si es verdad que son llamativas las actuaciones de Scott y Hawkins, y sobre todo el maravilloso acompañamiento musical, obra de John Williams.

Sinopsis: Una institutriz es contratada por el señor Rochester para que se haga cargo de la educación de una niña que vive en su casa (en realidad es su hija natural). Poco a poco irá surgiendo el amor entre ambos hasta el punto de llegar a prometerse en matrimonio. Todo cambia cuando Jane se entera que Rochester está casado y que su mujer vive encerrada en estado de locura en otra ala de la mansión familiar. Confundida decide irse, sólo volviendo con posterioridad cuando se entera de que él se ha quedado ciego al intentar salvar a su mujer, la cual había provocado un incendio.

En esta segunda colaboración de Mann con el maestro, después de Cuidado con el mayordomo (1967) firmó Williams una partitura en ocasiones romántica, en otras oscura como pedía la escritura de Brontë, con un tema principal portentoso. Muy diferenciada del score más divertido y desenfadado de su primer film juntos, basado en ritmos de jazz.

El tema principal servirá también como tema de amor y lo utilizará el compositor a lo largo del film como leitmotiv, tremendamente bien orquestado, con una sección de cuerdas muy elaborada y un motivo de celesta muy recurrente, que recuerda en su comienzo al maravilloso tema central que escribiera John Morris para El hombre elefante (1980), resulta uno de los más bellos del neoyorquino.

«Lowood» es uno de los mejores bloques musicales de la partitura. Contiene una orquestación de cuerdas muy llamativa y a veces casi de suspense, en la que el arpa se erige como protagonista y es acompañada magistralmente por sugerentes toques de piano.

Magnífico resulta al igual el dedicado a la llegada de la protagonista a la mansión Rochester. Un extraordinario scherzo, vibrante y brillante, que recuerda en algunos aspectos al que compusiera Williams para Indiana Jones y la última cruzada (1989), esa obra maestra titulada «Scherzo for motorcycle and orchestra».

Para la fiesta en la mansión, nos deleita el compositor con un tema de cuerdas al estilo barroco muy adecuado y de terminaciones muy elegantes.

Los motivos oscuros a los que hacía referencia al principio afloran a la par que Jane se da cuenta de que dentro de la casa ocurren cosas extrañas. Es así como el compositor nos ofrece momentos de suspense realmente maravillosos, donde las cuerdas y oboes sustentan el peso de la composición, todo ello bajo una instrumentación que deja al oyente con la boca abierta.

El tema central lo volvemos a oír en el bloque «Meeting», con guitarra española y flauta de una belleza extrema, que muestra la solidez compositiva de este fabuloso autor, que sabe dotar los scores de músicas bellísimas, y lo mejor, adecuadas a las escenas, lo cual no es fácil.

Otro ejemplo del uso del motivo central lo escuchamos en la escena en la que Jane toca el piano para Rochester, interpretando la melodía de Williams, en un genial ejemplo de música diegética.

Misterioso y amenazante es el tema de la boda, donde el maestro nos ofrece cuerdas estridentes, toques de arpa esplendidos y un motivo de sintetizador muy al estilo de Jerry Goldsmith, que hace si cabe todavía más agobiante la sensación en el espectador, oyente.

Una dramática variación del tema central suena en «Across the moors», con cuerdas interpretadas en ese tono, acompañadas de toques de xilófono, que acentúan todavía más esa sensación.

«Restoration» es una estupenda variación de la melodía principal, sustentada en una espléndida escritura de oboe y, cómo no, en unas cuerdas que suenan magníficamente bien.

Finaliza John el score con la incursión de nuevo del tema central a modo de epílogo. Comenzado esta vez por una suave flauta, la celesta es incluida en medio, y poco a poco va dando entrada el maestro a todos los instrumentos de la orquesta, desembocando en una maravillosa conjunción de los mismos, sobresaliendo el piano y unas cuerdas que rayan lo sublime.

En definitiva, una más de las numerosas obras maestras del compositor, escrita con un acentuado estilo inglés que resulta muy adecuado para la historia y lugares señalados.

La verdad es que esta obra de Brontë ha inspirado, en las diferentes versiones que se han hecho sobre ella, a los compositores para escribir partituras muy reseñables. Por ejemplo, recuerdo la sobresaliente obra de Bernard Herrmann para la cinta de 1943, Alessio Vlad & Claudio Capponi bordaron un score de autentica maestría en la versión de Franco Zeffirelli del año 1996, y citar también la melancólica y preciosa partitura de Dario Marianelli para la versión de 2011, una joya sustentada al piano que vale la pena escuchar una y otra vez.

En referencia a la obra de Williams, hay que destacar que existen varias ediciones en disco de la misma. Silva Screen sacó a la venta en 1998 una de ellas, que contenía 11 temas.

El sello La-La Land en 2012 reeditó el mismo contenido que el de Silva, en una edición limitada a 2.000 copias.

Pero sin duda, la más completa es el bootleg sacado por Jane Records como celebración del 75 cumpleaños del maestro, que contiene 30 estupendos temas de sonido impecable.

Este artículo está dedicado al maestro Williams por su 83 cumpleaños que tendrá lugar el 8 de Febrero, felicidades. Espero siga deleitándonos por muchos años más con su extraordinaria música.

Philippe Sarde, Tess.

1979

Preciosa y precisa adaptación de la novela de Thomas Hardy (Tess, la de los d’Urberville) a cargo de Roman Polanski, que firma aquí también el guión junto a Gérard Branch y John Brownstain.

Pese a su larga duración (172 min), Polanski no se hace pesado y nos ofrece un encadenado de escenas maravillosas, espléndidamente narradas y que desprenden una armonía que raya la perfección. Muchos son los elementos que ayudan a ello, como por ejemplo la gran fotografía de Geoffrey Unsworth y Ghislain Cloquet, unas actuaciones geniales por parte de una jovencisima Nastassja Kinski como Tess, secundadas por Peter Firth y Leigh Lawson. Cómo no, otro de esos elementos es la impresionante partitura musical que creó el francés Philippe Sarde.

Entre los premios que obtuvo se encuentran: 3 Oscars a la Mejor fotografía, dirección artística, vestuario y otras seis nominaciones incluida Mejor música original, 2 Globos de oro a la  Mejor película extranjera y actriz revelación (Kinski) y otras cuatro nominaciones.

El director dedicó el film a Sharon Tate, asesinada años atrás por el loco Charles Mason y sus secuaces. Tate era mujer de Roman y estaba embrazada en el momento de su brutal muerte.

Sinopsis: Inglaterra, finales del siglo XIX, una joven e inocente campesina es mandada por sus padres a trabajar en la casa de una tía rica. Allí será acosada por su altivo y malcriado primo, desencadenando una serie de infortunios a la joven que la llevarán a un trágico final. Entre medias, descubrirá el amor verdadero por parte de un joven, al que conocerá trabajando en una lechería.

Philippe Sarde, versátil compositor nacido el 21 de Junio de 1948, desarrollando su carrera en el mundo del cine, fue el encargado de componer la música para esta cinta. Es hermano del productor Alain Sarde, y ha compuesto alrededor de 200 títulos para el medio cinematográfico. Recibió entre otras, 12 nominaciones a los Premios de la Academia Francesa (César) y una nominación al Oscar para la obra que nos ocupa. Sarde sigue todavía en activo, dejándonos muestra de su valía en recientes composiciones para las cintas, The Princess of Montpensier (2010) o Quai d’Orsay (2013), esta última para uno de sus habituales directores, Bertrand Tavernier.

Compuso en esta ocasión el maestro un score delicado, elegante y bello, al igual que lo es la protagonista. Podemos vislumbrar lo dicho, desde el maravilloso tema central que acompañará a Tess como leitmotiv a lo largo del metraje, siendo el mismo además de todo lo comentado con anterioridad, de fuerte carácter, haciendo referencia a la lucha constante de la protagonista, que pese a todas sus penurias nunca se rinde y sigue adelante.

Se aprecian temas realmente soberbios como el de la visita a sus parientes, yendo en carro. En él se escucha una variación del tema principal pasmosa, con campanillas imitando el movimiento del vehículo.

El tema de Tess vuelve a aparecer a continuación con una orquestación de delicadas cuerdas, flauta y leves inserciones del oboe de una terminación bellísima.

Hay otros temas, como el que hace referencia al carácter infantil de la chica, siendo este de unas sonoridades alegres y juguetonas y que se puede escuchar en la escena del baile en el campo, en la que Tess está acompañada de sus amigas.

El tema de amor es introducido con un motivo de oboe y clarinete precioso, variando acto seguido hacia una ejecución de cuerdas de altísima calidad.

Realmente impresionante resulta el tema de la violación por parte de su primo. Es introducido por violentos motivos de percusión y metales, que acompañarán el acto. Después, una vez consumado, la música se vuelve tremendamente preciosista y delicada, siguiendo el movimiento de cámara alrededor de la protagonista, que se mantiene tumbada en el suelo perpleja por lo acaecido.

Emplea Sarde temas más turbadores que se asociarán al incesante acoso por parte del primo, y las negras consecuencias que tendrán para la joven, quedando ya marcada de por vida por este detestable personaje.

A su vez compuso temas más tranquilos y suaves, para las secuencias que se desarrollan en la lechería, con un llamativo empleo de la cuerdas y el oboe, mostrándonos de forma espléndida el nacimiento del amor por parte de Tess.

Finaliza la obra con la incursión de una elegante suite de los temas más destacados de la composición, haciendo hincapié en el estupendo tema de la protagonista. Se cierra así esta genial partitura que competía por el Oscar con otras no menos geniales obras como son: Un viaje alucinante al fondo de la mente de John Corigliano, El hombre elefante de John Morris y El imperio contraataca de John Williams. Siendo la agraciada con el premio la peor de todas las nominadas, Fama de Michael Gore, un recurso por desgracia muy frecuentado por la academia.

En cuanto a sus ediciones en disco, recomiendo la realizada por el sello Universal Music, en el año 2000. Contiene 13 temas de la cinta que nos ocupa, junto a la música compuesta para El quimérico inquilino, también de Polanski.

El Clásico: Double Idemnity de Miklós Rózsa.

1944

Double Idemnity

Segunda película del compositor junto a Billy Wilder. Obra maestra indiscutible del séptimo arte, con un Wilder en estado de gracia. Magistral en todo sus aspectos, con guión de Raymond Chandler y el Propio Wilder, de los mas perfectos jamás escritos. Cine negro con mayúsculas, con una pasmosa perfección en la dirección, una genial fotografía a cargo de John F.Seitz, e interpretaciones memorables de Fred MacMurray (El apartamento, donde realiza otra estupenda interpretación, Camino de Oregón o El motine del Caine junto a Humprey Bogart entre muchas otras), Barbara Stanwyck (El extraño amor de Martha Ivers junto a Kirk Douglas, El hundimiento del Titanic y sus aportaciones a los dramas de Douglas Sirk), sin lugar a dudas en unas de sus mejores actuaciones, merecedora de una nominación de la academia. Y un, como siempre maravilloso, Edward G. Robinson (El premio, Los Diez Mandamientos, Cayo Largo, otra maravilla del cine negro, y un sin fin de estupendos títulos).

Una obra imprescindible del cine, con ese ambiente cargado y malsano de cine negro y el cual es redondo en todo los aspectos. La película se estrenó en 1944 recibiendo muy buenas críticas, esta fue una producción que costó un millón de dólares de la época y que fue recompensada con siete nominaciones de la Academia de Hollywood (Mejor Película, Director, Actriz principal, Guión, Fotografía, Sonido y Música).

Sinopsis:

Los Ángeles, un agente de seguros visita a unos clientes en relación a unos asuntos de su póliza. El marido no se encuentra en casa, pero es atendido por su esposa (femme fatale donde las haya), que lo hace esperar hasta que baja con insinuación por las escaleras. Él se quedará tremendamente prendado por ella aunque intenta disimularlo sin suerte. Al explicarle parte de sus clausulas descubre que en caso de que su marido fallezca recibiría una cuantiosa cantidad de dinero, y pronto la mente de la mujer se pone a cavilar y planea asesinar a su marido, convenciendo para ello al agente de seguros con la promesa de que después estarán juntos. El agente es arrastrado en esta empresa sin salida cayendo en las garras de esta mujer sin escrúpulos y viéndose más tarde abandonado por ella. Su situación se complica aún más cuando un investigador de la empresa de seguros entra en escena descubriendo todo lo acaecido.

http://www.youtube.com/watch?v=EjNDyYrvv3E

Primera obra maestra dentro del cine negro de entre muchas otras del compositor. Ofreciéndonos un recital de música para subrayar los ambientes neblinosos y escabrosos de la trama y sumergirnos en una atmósfera, como ya hemos comentado antes, malsana de la que es muy difícil salir hasta para el propio espectador.

La partitura comienza con un tema principal de esos que dejan huella con una entrada de metales auténticamente soberbia, e introduciendo a continuación el principal motivo: una melodía repetitiva y obsesiva que te deja helado desde los primeros acordes, entrando primero las cuerdas y después toda la orquesta de manera exquisita.

Escuchamos acto seguido el tema de la femme fatale, dulce y delicado con toques de vientos muy adecuados, pero que van totalmente en contra de lo que es en realidad esta mujer. Es este un tema realmente excepcional con toques en las cuerdas marca de la casa de Miklós. A partir de ahí nos sumergirá en otros temas más estridentes y disonantes, avanzando el declive y caída de nuestro protagonista. Temas todos ellos perfectamente orquestados e interpretados, por Rózsa.

Inquietantes cuerdas acompañadas de toques susurrantes de metales se suceden en las escenas de la conspiración, derivando hacia variaciones del tema principal, con emergentes toques de tambor que poco a poco van subiendo el tono. Siguiendo después con sugerentes apuntes de oboes, volviendo a entremezclar otra vez el tema central con unas cuerdas estridentes, que van aumentando en intensidad hasta llegar a su clímax musical, acabado todo ello en una variante del tema de ella.

Finaliza el último tramo de la película con música de tono asfixiante, con variaciones del tema principal y otros temas tremendamente sugestivos que nos hacen pasar por la angustia que está sufriendo el protagonista y que no nos dan ni un respiro, puesto que no va a haber una resolución satisfactoria para él. Escuchamos solos de violín sumergidos en temas tremendamente dramáticos, dominados por el leitmotiv principal de hechuras impecables, llevándonos inexorablemente hacia el final trágico que todos nos esperábamos.

Esplendorosa partitura del maestro, en el que sería uno de sus géneros de más éxito, de una fuerza tremenda, y en la que se insinúan muchas más cosas de lo que se nos enseñan en pantalla. Hace mejorar todavía más si cabe la película y se ajusta a ella como si de un guante de seda se tratara. Cabe destacar que en 1981 Lawrence Kasdan realizó un remake del film con un trasfondo mucho más erótico con William Hurt y Kathleen Turner, para el que se intentó contratar a Miklós, que lo rechazó al considerar que las escenas de sexo eran tan explícitas que no sabía qué podía aportar su música. Finalmente fue contratado John Barry, que escribió una obra maravillosa y tremendamente bonita apoyada sobre todo en el saxo.

En relación a las ediciones en cd hay varias y muy buenas, pero ninguna completa por desgracia, de las que recomendaría las siguientes:

– Del sello Koch, con una ejecución impecable por parte de la New Zealand Symphony Orchestra dirigida por James Sedares. Incluye 26 minutos divididos en tres temas, junto a otros temas de The lost Weekend y The Killers.

– En la versión que Tadwlod regrabó del score completo de El Cid se incluye una suite en el tercer cd como bonustrack de ocho minutos, de sonido 10 y una fuerza esplendida, con Nic Raine al frente de la City of Prague Philarmonic Orchestra.

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El Clásico: La Canción de Bernadette de Alfred Newman

Dentro de esta nueva sección, comentaremos partituras que se han convertido en clásicos indiscutibles de la música de cine, pudiendo ser scores antiguos o más modernos.

La Canción de Bernadette: Film realizado en 1943 por Henry King (realizador de entre otros títulos: Capitán de Castilla, La Colina del Adiós o Esta Tierra es Mía) e interpretado con maestría por una joven Jenifer Jones, estupendamente secundada por William Eythe, Charles Bickford, Vincent Price y Lee J.Cobb.

La cinta versa sobre los acontecimientos acaecidos en Lourdes (Francia), en los que la joven Bernadette, hija de una familia pobre y humilde al borde de la indigencia, aseguraba haber tenido apariciones de la Virgen María.

La música fue compuesta por el genial Alfred Newman, el cual consiguió aquí uno de sus nueve Oscar. Realizó para este film una auténtica obra maestra, basando la partitura en un maravilloso tema central, cargado de misticismo y al que imprimió el famoso toque Newman en la escritura de cuerdas, conociendo en este título su máxima expresión.

Sobre todo el compositor dedicó su score a arropar a la joven e inocente Bernadette, mediante melodías de un calado emocional impresionante, dignificando su persona. El misticismo que acompaña a esta composición tiene su punto culminante en la escena de la visión, en la que Newman introduce una magistral variación del tema central para coros, acompañados de penetrantes cuerdas, que hacen de la escena una auténtica joya.

Hay temas de contenido más fuerte y dramático, al igual que otros más oscuros. Cabe destacar la música que acompaña a la escena del milagro, con cuerdas punzantes en delicada suspensión que la hacen irrepetible. Introdujo a su vez un tema coral de sonoridades religiosas, que  había compuesto en 1939 para El Jorobado de Notre Dame, en escenas como la de la Inmaculada Concepción, quedando admirablemente bien.

Pese a no ser creyente, el maestro creó una magistral obra de contenido místico, que engrandeció las imágenes para las que fue compuesta, resultando ser una de las mejores partituras de la historia del cine, única e irrepetible, en la que dio una lección de cómo musicalizar una película.

Acabo esta reseña recomendando dos estupendas ediciones en disco compacto de este genial trabajo. En primer lugar la  edición que sacó en 1999 Varése Sarabande, conteniendo la  partitura completa original en dos discos y un libreto cargado de anécdotas sobre el film y su música. Del mismo modo la versión de Tsunami  incluía el score original completo, aunque teniendo seis minutos más de duración al introducir temas alternativos.