The Equalizer. Harry Gregson-Williams.

Film basado en la serie de televisión de los años 80 El Justiciero, que fue emitida por la cadena americana CBS entre 1985 y 1989, teniendo como protagonistas a Edward Woodward, Robert Lansing y Mark Margolis. Se trataba de episodios de 60 minutos de duración creados por Michael Sloan y Richard Lidheim, dirigidos por Donald Petrie, autor de varios capítulos de las míticas series Falcon Crest o Mac Gyver, y que cuenta con algún crédito cinematográfico sin relevancia, como por ejemplo la comedia romántica del 2003 Cómo perder a un chico en diez días, con Kate Hudson y Matthew McConaughey.

En esta nueva versión para la gran pantalla, el encargado de dirigir el proyecto fue Antoine Fuqua. El director tiene a sus espaldas una obra muy interesante como por ejemplo: Training Day (2001), Lágrimas del sol (2003) o El Rey Arturo (2004), y actualmente tiene en proyecto un remake de Los Siete Magníficos (1960). Contó con uno de sus actores habituales, Denzel Washington, que como casi siempre nos ofrece una interpretación muy meritoria, aquí como ex-agente de la CIA que vive retirado y casi escondido, trabajando en una tienda de herramientas. La cinta es un film de acción puro y duro, contando con momentos de apacible tranquilidad, que supuso una sorpresa para mi cuando pude verla. Esta muy bien realizada, contando con encomiables aspectos técnicos como un buen guión de Richard Wenk o una fotografía muy lograda a cargo de Mauro Fiore.

La acción se desarrolla en una ciudad de Estados Unidos, donde un agente retirado de la CIA ayuda a una joven rusa a zafarse de la mafia por la que es explotada sexualmente, viéndose envuelto en una espiral de violencia que no deseaba, pero llegando hasta la resolución final.

Otras de las sorpresas la encontramos en su apartado musical, firmado por Harry Gregson-Williams. Este autor, nacido en Inglaterra en 1961, se interesó por la música desde muy joven, consiguiendo una beca para estudiar en la prestigiosa escuela de música St. Johns College en Cambridge. Sus comienzos en el cine fueron como arreglista y orquestador de Hans Zimmer y Stanley Mayers, digamos que fue unos de los compositores salidos de la productora de Zimmer, Media Ventures. Si en un principio el estilo de Williams era muy parecido al de resto de autores salidos de esta productora, pronto pudo ir desmarcándose y creando unas sonoridades propias. Entre su filmografía encontramos títulos como Las Crónicas de Narnia (2005), Spy Game (2001), El Príncipe de Persia (2010), o sus incursiones en cintas de animación junto a John Powell, es el caso de Shrek (2001), Antz (1998) o Chicken Run (2000). Aunque para mí, su gran obra hasta la fecha sea la dinámica y majestuosa Simbad: La leyenda de los siete Mares (2003), una gran obra sinfónica.

Para este film que nos ocupa Gregson-Williams aplica una banda sonora apacible y sosegada en su principio, como se refleja en el tema «Alone», un corte en el que un motivo de cuerdas y un sugerente piano, nos expresan esa sensación. Como era de esperar, dado el devenir de la película, la corriente de la música sufre una metamorfosis en cuanto el protagonista sale de su tranquilo anonimato y se van sucediendo las escenas de acción, con acordes más intranquilos y activos.

Pero, siguiendo con estos temas principales de apaciguada sonoridad, destacaré «Change Your World», donde suena un motivo de piano muy bello y reflexivo, en el que las cuerdas se mantienen en suspensión, en segundo plano, reflejando la soledad buscada del personaje principal.

Cuando se ve obligado a actuar, ayudando a una joven asediada por una banda de delincuentes rusa, el compositor cambia el tono de la música, de repente se escuchan cuerdas misteriosas, e instrumentos electrónicos amenazantes, como la guitarra eléctrica, unida a una percusión vibrante, véase por ejemplo «Mc Call’s Decision» o cortes posteriores como «On a Mission». En este último el autor inglés ya emplea solamente los acordes amenazadores y de acción, con percusión y un estilo de rock sinfónico, de alto calado explicativo y dramático. Porque eso sí, la música aunque cambiante, no nos deja de narrar el film en ningún momento.

Otro de estos temas mencionados es el dedicado a los policías corruptos, comenzado por cuerdas e instrumentación electrónica de suspense, para continuar más fuerte y nerviosa después y terminando con la incursión, llamémosle así, del tema de Mc Call, cuando el personaje de Washington entra en escena. Este motivo se oye en las primeras pistas, y se incluye en algunos de los temas de acción para dar a entender al espectador que, aunque rudo en aspecto, los sentimientos y valores de este agente retirado de la CIA son muy destacables y positivos.

De aquí al final del film, el autor aplica estos temas de agrestes sonoridades, confluyendo en una partitura amenazante que es apaciguada por el tema anteriormente mencionado atribuido a Denzel. Uno de mis preferidos es el de las escenas finales, de título «Torturing Frank», una pista de ritmo trepidante, pero también con un acentuado tono de misterio muy adecuado a lo que estamos viendo en pantalla. Y ya para el duelo final, aparece un segundo subtema para el personaje  de Mc Call, heroico, cuando logra vencer con ayuda de un compañero de trabajo a esta banda tan peligrosa. Este es una maravilla porque es conjugado de manera genial con el otro tema de acordes más tranquilos, y nos explica lo potente y letal que resulta nuestro amigo, y a la vez la bondad de su personalidad. Cuando todo se ha solucionado, es incluido definitivamente el motivo tranquilo de McCall, otra vez con notas a piano.

Una obra muy notable que me ha sorprendido gratamente, a cuenta de que veníamos de escuchar obras más flojas del compositor como es el caso del remake de Desafío total (1991), realizado en 2012, comparada con la gran obra maestra que realizó Jerry Goldsmith para la primera de ellas. Sí es cierto que en otras cintas más recientes en las que no ha intervenido como compositor en solitario, sino que ha hecho temas sueltos, estos han resultado ser lo mejor de la obra; me refiero a los temas que escribió para Prometheus (2012), en la que Marc Streitenfeld era el compositor asignado, o Exodus: Dioses y Reyes (2014), con música original del español Alberto Iglesias.

En cuanto a la edición en disco, ha sido el gran sello discográfico de Robert Townson, Varése Sarabande, el encargado de sacar al mercado esta obra. Se trata de un compacto con 11 temas que hará las delicias de los aficionados a la música de cine, pudiendo comprobar la valía de esta composición tan insigne de Gregson-Williams.

The Railway Man: David Hirschfelder.

Este drama biográfico, basado en hechos reales, se estrenó en España en Julio de 2014, teniendo un paso por las salas bastante discreto. El film resulta entretenido y esta muy bien construido, pese a que su director (Jonathan Teplitzky) no sea una gran figura dentro de la cinematografía. De hecho, este joven escritor y director australiano sólo tiene hasta esta cinta algunas películas intrascendentes, todas ellas filmadas en su país natal, como Burning Man (2011) o Mejor que el sexo (2000).

En esta ocasión Teplitky firma una obra muy notable estructurada bajo un buen guión de Frank Cottrell Boyce y Andy Paterson, unas actuaciones ejecutadas con prestancia por el siempre eficiente Colin Firth, y un joven Jeremy Irvine, el cual ya dio muestras de su valía interpretativa en films como Una noche en el viejo México (2013) de Emilio Aragón, donde le seguía el pulso interpretativo al mismísimo Robert Duvall, o en la maravillosa Caballo de batalla (2011) de Spielberg. Cuenta también con la participación de Nicole Kidman, en una sosa y espesa actuación, y con actores de la talla de Stellan Skarsgárd. A su vez, uno de los puntos fuertes de la cinta se halla en una fotografía de matices muy sugerentes obra de Garry Phillips.

La historia versa sobre las torturas que recibió un oficial del ejercito británico durante la segunda guerra mundial en un campo de concentración japonés, y cómo este trauma le afectará en su posterior vida.

La música está compuesta por David Hirschfelder, compositor australiano nacido en 1960 que trabaja en el mundo del cine desde la década de los 90. Entre sus obras destacan títulos como Shine (1996) o Elizabeth (1998) entre una más que aceptable filmografía. Sin duda fue la partitura para Shine la que le dio fama internacional, reportándole inclusive una nominación al Oscar, recibiendo otra por Elizabeth. A partir de entonces ha mantenido una carrera discreta, en la que de vez en cuando da muestra de su calidad compositiva en algún que otro título. Últimamente el autor está teniendo un periodo muy fructífero en lo que a calidad de sus obras se refiere con scores tan sobresalientes como los de Australia (2008), para la que escribió una excepcional partitura sinfónica de enorme calibre, Santuario (2011), otro gran score lleno de momentos cargados de belleza, y esta obra que nos ocupa.

Crea para ella el compositor una obra sólida cargada de dramatismo, donde los instrumentos étnicos japoneses adquieren un papel primordial. Ya desde sus créditos iniciales se puede dar fe de ello, un tema hipnótico en su principio que hace referencia a los recuerdos del protagonista en el campo de concentración, en el que se incluyen motivos de shakuhachi (flauta japonesa), y que nos recuerdan a los que usara John Williams para El Imperio del sol (1987) en clara referencia oriental, o más recientemente Alexandre Desplat en Invencible (2014), primer film tras las cámaras de Angelina Jolie.

A continuación nos ofrece el compositor un tema pausado y de muy agradable melodía para reflejar la vida placentera que tiene en la actualidad el personaje de Firth, donde la flauta y una suave orquestación de cuerdas llevan la voz cantante.

La percusión de influencia oriental es introducida por Hirschfelder para comunicar al espectador la superioridad del ejercito Nipón frente a los soldados prisioneros en cortes como «Fall of the British Empire». La desesperación de los allí confinados es reflejada con un desgarrador y deprimente solo de violín, de autentica maestría narrativa.

Aplica otros temas más movidos para la construcción de los raíles del ferrocarril, donde los prisioneros son sometidos a trabajos forzados, pero pronto esa música hipnótica, desesperanzadora, engulle este motivo dinámico, en beneficio de los capturadores.

Un motivo esperanzador de trompeta suena cuando los prisioneros construyen una radio casera y así pueden tener noticias de lo que pasa fuera del campo, una escena en donde la música adquiere un cariz agobiante, que refleja la tensión por no ser descubiertos. En cuanto es descubierto el artilugio, introduce de nuevo el compositor la percusión oriental a modo de amenaza.

La trompeta se erige en la aliada, junto con las cuerdas de los británicos, en este tour of force entre los dos bandos perfectamente narrado por el compositor. Mantiene un muy cuidado equilibrio entre las melodías más sosegadas y hermosas, dedicadas al personaje protagonista y a los compañeros confinados en el campo, y los motivos de percusión, que son la voz de los japoneses.

Uno de los mejores temas es «The Bravest Thing I’ve Ever Seen «, donde una preciosa escritura de cuerdas combinada con un motivo de coros lamentativos de singular belleza, realzan la escena para la que está escrito, todo ello aderezado con un toque de percusión a modo de réquiem realmente espectacular.

Hirschfelder acompaña al protagonista de esta historia con temas tremendamente compasivos y reflexivos, utilizando en la orquestación campanas mezcladas con cuerdas, de unas hechuras dramáticas que ponen los pelos de punta. Sin desmerecer el motivo orientalista que es utilizado como leitmotiv a lo largo del film, y que irá evolucionando a la par que el personaje del carcelero japonés. Es un acierto por parte del Hirschfelder ir dotando poco a poco dicho tema de calor humano hasta llegar a la redención, plasmada mediante el perdón por parte del protagonista hacia el personaje del soldado japonés, dentro de unas escenas finales realmente bellas, potenciadas por la magnífica música de este autor a veces infravalorado.

Una joya imprescindible, que a mi entender debería haber tenido más repercusión dentro de este mundo de la música de cine, e incluso alguna que otra nominación a los principales premios.

Por suerte podemos disfrutar de ella a través de la edición discográfica lanzada por el sello Varése Sarabande, producida por Robert Townson. Con 20 temas compuestos por el maestro, orquestados por James K. Lee y dirigidos por Brett Kelly, sobresaliendo los solos de violín por parte de Robert Macindoe, el chelo de David Berlin, shakuhachi interpretado por Riley Lee y el piano, percusión y efectos electrónicos ejecutados por el propio compositor.

Autómata: Zacarías Martínez de la Riva.

Es esta una cinta de ciencia ficción producida e interpretada por Antonio Banderas. En ella el género humano intenta sobrevivir dentro de una sociedad dominada por la inteligencia artificial.

El film naufraga en casi todos sus aspectos y la verdad que no es por culpa de su joven director y guionista Gabe Ibáñez (1971 Madrid), sino más bien por la sobreactuación y egocentrismo del productor. Este crea un proyecto para lucimiento propio, dejando en manos de un inexperto creador de efectos visuales (Ibáñez) el peso del mismo. Tanto su escritura como la dirección le quedan un poco grandes a Gabe, habiendo sido hasta la fecha su único largometraje Hierro. Como en su anterior título lo mejor radica en haber contratado para componer la música a Zacarías M. de la Riva (1972 Barcelona).

Permítanme comenzar diciendo que el catalán crea una partitura bellísima, sin duda de lo mejor que pude escuchar el pasado año. Está impregnada de un tono melancólico y crepuscular muy acertado, otorgando el compositor una parte muy importante de la obra a los coros. Al igual escribió un bello tema, en el que el chelo lleva la voz cantante, utilizándolo como leitmotiv durante el metraje de la película. Este tiene cierta similitud con el que escribiera Hans Zimmer para La delgada línea roja, pero solo en intenciones.

Escuchamos también motivos de acción  más movidos, en los que destaca una escritura obsesiva en las cuerdas. Como he comentado antes, los temas en los que aparecen las voces tratan de dar importancia y apoyo a los humanos. Suenan muy nostálgicos haciendo referencia a lo que han tenido entre sus manos y perdido «La Tierra». Estos acuñan un parecido razonable con lo realizado por John Williams en Inteligencia artificial,  para intentar humanizar al robot protagonista. Se aprecia a lo largo del film, un motivo de sintetizador de reminiscencias vangelianas que aplica el compositor al entorno artificial.

En resumidas cuentas, esta es una obra muy apreciable que se deja oír muy bien fuera de la pantalla y es a su vez eficaz acompañando las imágenes para las que ha sido compuesta, dignificándolas y haciendo de ellas un poco mejores. Como decía el estupendo compositor británico de obras como El apartamento, Adolph Deutsch: «Un compositor de cine es como el empleado de una funeraria: no puede resucitar a un muerto, pero se espera de él que lo haga parecer más presentable».

Por suerte para el aficionado el score se ha editado íntegramente en compacto, siendo el sello sueco MovieScore el encargado de sacarlo a la venta, conteniendo 18 deliciosos temas. Altamente recomendable.

El cuerpo

Para este film de suspense dirigido con prestancia en 2012 por Oriol Paulo, que también se encargó de escribir el guión, Sergio Moure de Oteyza escribió una partitura portentosa en la que sobresale de manera evidente su extraordinario tema principal, sin duda uno de los mejores escuchados en aquel año. Éste nos mete de lleno en la historia de intriga y misterio que vamos a ver a continuación de manera implacable, en el que un estupendo motivo al piano, de corte obsesivo y casi minimalista en su comienzo, da paso a una maravillosa orquestación de cuerdas que nos deja con la boca abierta.

A partir de aquí Sergio nos ofrece geniales muestras de su valía compositiva, aplicada a la escena cinematográfica a través de temas que nos mantienen en continua intriga y que son ajustados milimétricamente a las secuencias. Cómo no, adecúa perfectamente variaciones del estupendo motivo central, mediante una escritura de cuerdas sinuosas que se mantienen en suspensión en algunas de estas sin dejar de incidir en el piano, ofreciéndonos una maestría en su quehacer digna del mismísimo Bernard Herrmann.

También hay momentos más relajados como por ejemplo el que se puede apreciar en el tema «Tienes que irte». Se nos presenta una bella melodía al piano de contenido melancólico, subrayando lo que siente el personaje protagonista.

El score tiene una fuerza muy potente, la sensación de suspense no nos abandona hasta el desenlace final, apoya y dignifica el film de manera muy considerable. Gran parte del éxito de la cinta es obra del compositor, el cual nos ofreció en este título su mejor partitura hasta la fecha.

Por suerte podemos disfrutar de su escucha aislada de las imágenes para las que fueron escritas por medio de la edición que puso a la venta Nuba Records, en la que se daban cita 22 temas interpretados magistralmente por The Bulgarian Symphony Orchestra dirigida por Alfons Reverté.

La Sorpresa: Caminando Entre Las Tumbas

Analizaré en esta sección scores de los que no se esperaba mucho y han sido una grata sorpresa.

El privilegio de abrirla se lo vamos a conceder a Carlos Rafael Rivera, compositor y guitarrista casi desconocido en el mundo del cine, que ha sido el autor de la música para la cinta que vamos a comentar.

Se trata de Caminando entre las Tumbas, film dirigido con muy buenas maneras por Scott Frank (director y guionista, que anteriormente a esta pelicula sólo había realizado otro largometraje en 2007 titulado The Lookout, y que entre su currículum tiene la dirección de muchas series de televisión, entre ellas Melrose Place), que aquí también se hace cargo del guión, basándose en la famosa novela de Lawrence Block, en la que un detective retirado es contratado por un rico traficante de drogas para que encuentre a los asesinos de su mujer, viéndose envuelto en un asunto más complicado de lo que se imaginaba en un principio.

Para mí esta película supuso también una sorpresa positiva, entre sus aciertos tiene un regusto a cine negro de los años cuarenta muy bien presentado, sobre todo en su brumosa fotografía obra de Mihai Malaimare Jr, lo mismo que el personaje del detective melancólico, interpretado aquí magníficamente por Liam Neeson.

La partitura de Rivera se asocia a las imágenes como anillo al dedo, con temas de adecuada melancolía. También nos mantiene como en un estado hipnótico durante todo el score, que nos deja en letargo de principio a fin, teniendo a su vez además del tono melancólico, un aire de misterio en muchos de sus temas, con cuerdas tremulantes de fondo y un muy acertado uso del piano y teclados. Otro motivo más sombrío, casi como si fuera escrito para una cinta de terror, acompaña las escenas en las que entran en pantalla los maquiavélicos asesinos. Contiene a su vez algún que otro momento más movido para las escenas de acción, que no son significativos para la narración de la cinta pero que a su vez son efectivos.

En resumidas cuentas. una muy excelente composición de este joven autor norteamericano de 44 años, de origen cubano-guatemalteco que, como digo, me ha sorprendido sobremanera, dotando al personaje de Neeson de un oscuro pesimismo que le acompaña durante todo el film, y a los asesinos con sombrías sonoridades. Del mismo modo, otorga a la ciudad de Nueva York un frío tono oscuro, de manera muy latente.

La música ha salido a la venta a través de la edición en compacto del sello Varése Sarabande, con una duración de 30 minutos, divididos en trece temas. Altamente recomendable.